La soledad nunca me ha incomodado, es la gente con sus pensamientos superfluos de lo que es vivir, de lo que es sufrir, de lo que está bien lo que despierta en mí el deseo de sangre.
No estoy triste por no encontrarme sola en medio de esta ciudad tan enorme. No estoy llorando porque a pesar de no parar de hablar nunca, en las palabras jamás se reflejen mis sentimientos. No estoy sangrando por no encontrarme en este barullo. Lo hago por el odio que me produce la dictadura de pensamientos y la imposición a demostrar ciertos sentimientos.
La rutina me mataba, pero ahora creo que me mataré yo.
Ya no sé en qué puerto me encuentro o en que azoteas me pierdo. Yo que solo soñaba con enredarme en tus sábanas y resolvernos las dudas en algo más que mordiscos y fluidos.
Mírame ahora. Sigo perdida, sigo sin ti. Sigo temiéndole a la oscuridad y a esta habitación que jamás será mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario