Le esperaba una larga noche en la calle del olvido. Ella se hallaba en su sexto piso, mirando con superioridad a la apestosa ciudad que dormía bajo sus pies. Allí estaba ella con todos sus dramas, su taza de té caliente y todos los apuntes que le quitarían la vida que le quedaba de su último amor, de la última puta musa.
La noche se oscureció para ella y su dolor, ni la luna se había atrevido a salir aquella noche. De su ventana veía como el amor florecía a manos de las putas, como los barcos se marchaban del puerto y los pocos coches que quedaban se mataban en la curva de al lado de su casa, todo era tan irónico y poco romántico. Parecía que todas las fuerzas del universo se habían afiliado para darle un toque tétrico a la última noche dedicada al insomnio a causa de musas, que ahora tocaba olvidarse de sus cuerpos y sexos para aprender cada músculo que ella había ansiado tocar, y besar.
Su música solo era un eco de un pasado lleno de fantasías y de musas que jamás quisieron amar, ni siquiera follar.
Pero ahí seguía ella, escribiendo y escribiendo la historia de camas que jamás conquisto, banderas que jamás planto, gemidos que jamás provoco. Hacía tiempo que escribir sobre ello había perdido el efecto, que ahora solo existían heridas que lamer y sexos que coser, ¿o era al revés?
Nadie sabía el dolor que en su corazón albergaba y las cicatrices que en sus muñecas se encontraban. Que soñar con la ilusión de un nuevo amor en cada mirada le hacía olvidar el hecho de estar muerta por dentro...la noche siguió y ella comenzó a hacer recuento de orificios sin salida de las balas que ella misma se había disparado.
La sangre corría a medida que escribía un nuevo verso, sabía que las heridas jamás sanarían así que mejor escribir con su propia sangre el dolor que por dentro sentía por haber amado a musas que a lo mejor no se lo merecían.
...
Los primeros rayos de sol comenzaron a salir y ella seguía parada frente a su ventana viendo como la ciudad muerta resurgía en la oscuridad, había esperado una noche más a su musa que seguía sin llegar.
Cogió su mechero y cualquier texto escrito desde el amor que sentía su vagina por cualquiera de esas historias y se prendió, se quemó, se hizo cenizas con la esperanza de que a lo mejor resurgiría de ellas con más ganas de amar y follar...pero se la llevo el viento y así termino con la única historia que no se atrevió a terminar. Adiós al amor por la rubia y la cerveza, adiós a su espalda y a sus labios entrecomillados.
Ya era de día y allí estaba ella con su mala cara y sus ojeras, preparada para seguir con la vida libre de musas y del estúpido amor que jamás sintió por ella misma. Comenzaban los exámenes y con ellos, ella a delirar.
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