sábado, 1 de febrero de 2014

Es ridícula la forma absurda en la que he dejado de escribirte.
Cuando decía que mis manos te pertenecían a ti, al parecer no era solo un metáfora.
Me has quitado la razón por la que seguir escribiendo sino es para ti, y es triste porque ésta era la única forma que tenía de soñar, por eso desde que te conozco padezco de insomnio.
Porque si de algo estoy segura es de que yo no me enamoré de ti, pero mis manos no pueden afirmar lo mismo. A ellas le prometiste un mundo a tu lado, en donde no tendrían que temblar más, en donde no debían tener miedo porque tú siempre les darías unas buenas noches. A ellas que les prometiste el mundo con tan solo rozarlas. 
Por ello creo que debería despedirme de éste algo que no llego a empezar, y de la única manera que se me ocurre es escribiéndote algo que sé que jamás llegarás a leer. 
Como ya te he dicho, yo te estaré esperando en la barra de cualquier bar, con la cerveza que te debo en mano, mientras suena nuestra canción de fondo.
No me cansaré de olvidarte.

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